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*Material preliminar y de prueba con el objetivo de mostrar la propuesta gráfica, la presentación de lo que nos proponemos y el contenido de la Revista Búsquedas.

George Ivanovich Gurdjieff nació en 1877 en Alexandropol, de padre griego y madre armenia. Su infancia estuvo colmada de relatos y poemas de una cultura oral antigua, que le fueron transmitidos por su padre. En sus años de estudio recibió una educación tanto religiosa como científica.

Su búsqueda del saber lo convenció de que en el pasado existió un conocimiento real del ser humano y la naturaleza. Acompañado por otros “Buscadores de la Verdad”, Gurdjieff organizó arriesgadas expediciones y logró contactarse con comunidades aisladas de África, Medio Oriente, Asia Central y el Tíbet, de las cuales recuperó elementos variados de una enseñanza tradicional. Logró vivirlas y reconstituir la unidad del conocimiento que él buscaba.

Gurdjieff falleció el 29 de octubre de 1949, pero su pensamiento fue transmitido y el conocimiento por el que tanto luchó se mantiene.

Como expresó Gurdjieff, su propósito en Encuentros con Hombres Notables era brindar “el material necesario para evocar la sensación de un mundo nuevo”, una sensación que ilumina la propia vida desde una perspectiva diferente. Al mismo tiempo, este libro, escrito en forma autobiográfica, ofrece la única información disponible sobre sus primeros años y las fuentes de su sabiduría.

El Padre Giovanni nos hablaba mucho de la «vida interior» de los Hermanos y de las reglas de vida cotidiana asociadas a esta vida interior. Un día que nos ocupábamos de las numerosas cofradías establecidas y organizadas desde hacía muchos siglos en Asia, nos explicó en detalle lo que era esa Cofradía Universal, donde cada cual podía entrar, fuera cual fuere su religión anterior.

Como nos dimos cuenta más tarde, entre los adeptos de este monasterio había efectivamente cristianos, israelitas, musulmanes, budistas, lamaístas y hasta un chamanista.

Todos estaban unidos por el Dios Verdad.

(…)

»En nuestra cofradía hay dos Hermanos muy viejos; uno se llama Hermano Ajel, el otro Hermano Sez.

»Estos Hermanos tomaron la obligación, por voluntad propia, de visitar periódicamente cada uno de los monasterios de nuestra orden y de exponer diversos aspectos de la esencia de la divinidad.

«Nuestra cofradía tiene cuatro monasterios: el nuestro, un segundo en el valle del Pamir, un tercero en el Tíbet y el cuarto, en la India.

»Los Hermanos Ajel y Sez van pues continuamente de un monasterio a otro y predican con la palabra.

«Vienen aquí una o dos veces por año, y su llegada es considerada en nuestra comunidad como un acontecimiento de la mayor importancia.

»Durante todo el tiempo que nos consagran, el alma de cada uno de nosotros experimenta un éxtasis y una plenitud realmente celestes.

»Los sermones de esos dos Hermanos, que son santos en casi igual grado y que hablan de las mismas verdades, producen un efecto muy diferente en todos nosotros y, particularmente, en mí.

»Cuando es el Hermano Sez quien habla, uno cree oír el canto de las aves del paraíso. Al oírlo predicar se siente uno conmovido hasta las entrañas y queda como embrujado.

»Su palabra fluye como el murmullo de un río y no se desea otra cosa en la vida que oír la voz del Hermano Sez.

«Cuando es el Hermano Ajel quien predica, su palabra produce una acción casi opuesta. Sin duda debido a la edad, habla mal, con voz ininteligible. Nadie sabe cuántos años tiene. El Hermano Sez es muy viejo; algunos dicen que tiene trescientos años. Pero es todavía un viejo de buena estampa, mientras que el Hermano Ajel muestra señales evidentes de su avanzada edad.

»Si los sermones del Hermano Sez producen de súbito una fuerte impresión, en cambio esta impresión desaparece con el tiempo y, para terminar, no queda absolutamente nada.

»En cuanto a la palabra del Hermano Ajel, al principio no produce casi impresión alguna. Pero, con el tiempo, la esencia misma de su discurso toma de día en día una forma más definida y penetra, entera, en el corazón, donde permanece para siempre.

»Impresionados por esta demostración, empezamos a buscar por qué ocurría así, y llegamos a la conclusión unánime de que los sermones del Hermano Sez solo surgían de su intelecto y, por consiguiente, no actuaban sino sobre nuestro intelecto, mientras que los sermones del Hermano Ajel venían de su ser y actuaban sobre el nuestro.

»Pues sí, mi querido profesor, el saber y la comprensión son dos cosas completamente distintas. Solo la comprensión puede llevar al ser. El saber, de por sí, no es sino una presencia pasajera; un nuevo saber echa al antiguo y, a fin de cuentas, es solo verter la nada en el vacío.

Es preciso esforzarse por comprender; solo esto puede llevarnos a Dios.

»Y para poder comprender los fenómenos, conformes o no con las leyes, que se producen a nuestro alrededor, ante todo tenemos que percibir y asimilar conscientemente una multitud de informaciones relativas tanto a las verdades objetivas como a los acontecimientos reales que tuvieron lugar en la tierra, en el pasado. Además tenemos que llevar conscientemente dentro de nosotros todos los resultados de nuestras experiencias, voluntarias o involuntarias».

*Gurdjieff, Georges Ivanovitch. Encuentros con hombres notables. Traducido por Nathalie de Etievan y Dr. Castor S. Goa. 3a ed. Caracas: Ganesha, 1997.

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