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De la Filocalia y la atención

*Material preliminar y de prueba con el objetivo de mostrar la propuesta gráfica, la presentación de lo que nos proponemos y el contenido de la Revista Búsquedas.

LA PHILOCALIE. Les Écrits Fondamentaux des Pères du Désert aux Pères de l’ Église (IV – XIV Siècles) . Descleé de Brouwer. J.C. Lattes. Trd: Jacques Touraille. Présentée par Olivier Clement. Dos Tomos.  Paris, France, 1995.

Reseñado por: Gladys Jimeno

“La Filocalia de los Padres Népticos, compuesta a partir de los Escritos de los santos Padres que llevan a Dios, y en la cual, por una sabiduría de vida, hecha de ascesis y contemplación, la inteligencia es purificada, iluminada y llega a la perfección”. Este es el título interior que abre este libro, una obra de sabiduría que nos devela los pasos, caminos, estadios y múltiples comprensiones por los que se pasa en una búsqueda interior hesicasta, retirada del mundo, en el silencio y en la oración permanente. Este texto maravilloso, obra de grandes esfuerzos ascéticos y de comprensión mística, recoge los escritos de las experiencias de ermitaños, eremitas, monjes, peregrinos, desde los siglos IV a XIV. 

Los orígenes de la hesiquia se ubican en los primeros diez siglos del cristianismo, en las regiones del Monte Sinaí y en los desiertos de Egipto. Y se encuentran en los orígenes del cristianismo ortodoxo. Se proponen ir más allá de trabajarse interiormente exclusivamente por la ascesis y  se adentran en la búsqueda solitaria de la esencia de la naturaleza humana, el dominio y acallamiento de las pasiones, en restablecer la conexión entre lo humano y lo divino en el ser humano, para así elevarse a la comprensión también por la contemplación de lo creado, hasta llegar a la iluminación o a la “noche luminosa” o como también la nombran “ la oscura contemplación de la santísima Trinidad” (Jean Gauvain cuyo seudónimo es Jean Laloy – en Relatos de un Peregrino Ruso, sf)

La Filocalia significa “amor a la belleza”, y en estos dos tomos nos lleva a través de una red de experiencias espirituales en una vía que escogió el silencio, y esas experiencias solitarias vividas y comprendidas nos son narradas de alma a alma, de experiencia a experiencia y así adentra a los buscadores tocados por esta vía, en un itinerario espiritual progresivo, paso a paso, etapa a etapa, enseñanza tras enseñanza. 

Es probable que un buscador espiritual parta a caminar por una determinada resonancia interior que conocemos como el “llamado” de lo alto, y que muchas veces se manifiesta como una inquietud e insatisfacción consigo, con el mundo, con el lugar que ocupa y en el que no se halla.  Y paso a paso a partir de abrirse a mirar ese llamado, irá subiendo la montaña del conocimiento hacia sí mismo y la unión con lo divino, a través del “santo silencio” o hesiquia. 

En la Filocalia nos hablan entre muchos padres de la iglesia, Nicodemo el Hagiorita, Macario de Corinto, Gregorio el Sinaita, Nicéforo el Solitario y tantos otros caminantes de la conciencia y del silencio santo.

La Filocalia fue publicada en Venecia solo hasta 1782 en griego, por razones de constreñimientos políticos del imperio otomano. Su influencia se expandió especialmente en Rusia – Moldavia- donde el starets Pai Vélitchkovsky la tradujo al eslavón y la publicó en Rusia en 1793 por primera vez. Más adelante, fue publicada en Rumania por el padre Dumitru Staniloae, a partir de 1946 en diferentes volúmenes que se publicaron poco a poco hasta 1981. 

En Inglaterra, Italia, Francia se conoce y publica a partir de 1950, y en los años 80 y 90.  Esta obra, que de manera extremadamente resumida describimos en su peregrinaje histórico aquí, fue publicada en Francia en 1995 después de años de trabajo, cotejo con las versiones originales e históricas, buscando la fidelidad de la trasmisión. Y la reseñamos a pesar de no ser reciente, por su inmenso valor en cuanto a las vías para acceder al conocimiento, al Gran Conocimiento. 

Hace parte de un legado para toda la humanidad, no sólo para quienes buscan desde lo monástico y el aislamiento, pues lo que un puñado de buscadores comprende a través de su experiencia de vida y de contemplación, en los siglos que nos han antecedido, no se pierde ni termina con ellos. Queda como huella sembrada en la conciencia colectiva de la humanidad, somos sus portadores, sus herederos, aunque esté silenciada adentro. Quizás las búsquedas contemporáneas, cualquiera que sea el método y la vertiente, no encontrarían los lenguajes y herramientas de conocimiento de hoy en día, sin este legado perenne, que nos nutre de una manera secreta e imperceptible, hasta que nos abrimos a su llamado, a su contenido interior. Lo caminado por los hesicastas, y lo caminado en el oriente y en el occidente por otras vertientes y escuelas de búsqueda, está ahí, para el acceso posible de las generaciones vivas actuales y las que vendrán. Y alimentan el ascenso, le colocan peldaños a la escalera que conecta el cielo con la tierra y nos adentra en el descubrimiento de nuestra conciencia, nuestros orígenes, nuestra esencia y papel como seres humanos, ¿para qué existimos? 

Traemos, como una pequeña muestra de los aportes de estos textos, un escrito sobre la atención y la oración del corazón. E invitamos a todos los hombres y mujeres buscadores, a beber de ese conocimiento y recoger la cosecha de lo sembrado en generaciones que nos precedieron, tanto en la Filocalia como en otras tradiciones.

De Nicéforo él mismo

TII, págs. 371, 372, 373

Algunos, entre los santos, han llamado a la atención guarda de la inteligencia; otros guarda del corazón, otros sobriedad y vigilancia, otros hesiquia intelectual, y otros le han dado aún otros nombres. Pero todos esos nombres designan una misma y sola cosa. Es como si se hablara del pan, de la rebanada del pan o de bocado de pan. En este caso es lo mismo.

Aprende entonces exactamente lo que es la atención y cuáles son sus características propias. La atención es la señal del arrepentimiento puro. La atención es el llamado del alma, el menosprecio del mundo y el retorno a Dios. La atención es la negación del pecado y el recubrimiento de la virtud. La atención es la indudable certeza del perdón de los pecados. La atención es el principio de la contemplación, o más bien el fundamento de la contemplación. Pues por ella Dios, que se ha inclinado hacia nosotros, se manifiesta a la inteligencia. La atención es la serenidad de la inteligencia, o aún más su estado inmóvil, concedida al alma por la compasión de Dios. La atención es la purificación de los pensamientos, el templo del recuerdo de Dios.  Ella guarda como un tesoro la paciencia en todo lo que llega. La atención solicita la fe, la esperanza y el amor. Porque si uno no cree, no podrá soportar las aflicciones que vienen del exterior. Si uno no soporta las aflicciones con alegría, no podrá decir al Señor: “Eres mi socorro y mi refugio”. Y si uno no hace del Muy-Alto su refugio, no abraza su amor.

Esta gran obra entre las grandes obras es pues dada a muchos, sino a todos a partir de una enseñanza. Raros, en efecto, son aquellos que, sin haber sido enseñados, lo han recibido de Dios por la fuerza de su trabajo y el fervor de su fe. Y lo que es raro no es la ley. Nos es necesario entonces buscar un guía seguro, a fin de aprender de él, y de representarnos, por la forma de su testimonio, las faltas de atención que nos amenazan a derecha e izquierda, y también, agrego yo, los excesos a donde nos lleva lo maligno. Un guía así nos esclarece por medio de la experiencia de aquello que él mismo ha sufrido en sus pruebas. Nos muestra fuera de toda duda esta vía espiritual. Y nosotros mismos, así, podemos fácilmente llegar a la meta. Si no tienes guía, tienes que hacer el esfuerzo de buscarlo. Pero si no lo encuentras, invocando a Dios con un espíritu quebrantado y en lágrimas, y suplicándole en tu pobreza, haz lo que te digo.

Sabe que el soplo que respiramos es el aire mismo. Y no respiramos este aire por nada más que por el corazón. El corazón es, efectivamente, la fuente de la vida y del calor del cuerpo. El corazón atrae pues el soplo, a fin de sacar fuera su propio calor por la exhalación y de darse a sí mismo una buena temperatura. El autor, o más bien el servidor de un orden tal, es el pulmón. Fue hecho poroso por el Creador. Como un fuelle hace entrar y salir el aire. Así el corazón, atrayendo el frío por el soplo y botando el calor, guarda, sin jamás transgredirlo, el orden para el cual ha sido determinado con miras a dominar la naturaleza de lo viviente. Entonces tú, sentado en la calma de tu celda y recogiendo tu inteligencia, hazla entrar –la inteligencia– por vía de las narices, por donde el soplo penetra en el corazón. Empújala y fuérzala a permanecer con el soplo inspirado en el corazón. Una vez que haya entrado allí y que no se halle ya más sin alegría y sin gracia, te sucederán las cosas que a continuación vienen.  Lo mismo que un hombre que ha partido lejos de su casa, cuando regresa exulta de alegría porque le ha sido dado volver a ver a sus hijos y a su mujer, lo mismo la inteligencia, cuando se une al alma, se llena de placer y regocijo inefables.

Entonces hermano, acostumbra a la inteligencia a no salir rápidamente del corazón. Al principio, efectivamente, se resiste a dejarse encerrar y abrazar ahí dentro. Pero cuando se ha habituado ya no desea más los movimientos del exterior. Pues el Reino de Dios está en nosotros. Aquél que lo contempla en el corazón y lo busca a través de la oración pura, tiene por odiosas y despreciables todas las cosas de afuera.

Entonces, si desde el principio como lo he dicho, has entrado por la inteligencia en el lugar del corazón que te he mostrado, gracias sean dadas a Dios. Glorifícalo y exúltalo, y no ceses de darte a esta obra. Ella es la que te va a enseñar lo que tú no sabes. Y es necesario que aprendas, que cuando tu inteligencia ha llegado a ese punto, no debes dejarla en el silencio y la inercia, por ejercicio continuo y por obra dale que tenga la oración: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí.” Que no cese jamás de pronunciarla. Pues la oración la guarda en toda su florescencia. Le impide ser sometida y herida por los ultrajes del enemigo. La eleva cada día más en el amor y el deseo de Dios.

Si has hecho muchos esfuerzos, hermano, sin poder entrar al sitio del corazón según el orden que te hemos dado, haz lo que te digo, y con la ayuda de Dios encontrarás lo que buscas. Sabe que la razón de todo hombre está en el corazón. Pues es en el corazón, cuando nuestros labios se acallan,  que hablamos, que deliberamos, que le damos un sitio a las oraciones, los salmos y o bien a otras cosas. Entonces cuando has despojado de todo pensamiento la razón –y tú puedes si lo quieres- dale a decir: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí.” Oblígala a no pensar en ninguna otra cosa, y a siempre decir estas palabras en tu corazón. Si perseveras, por ellas la puerta de tu corazón te será abierta, como lo hemos escrito. De esto no hay duda alguna. Nosotros mismos lo sabemos por experiencia. Con el júbilo de la atención tan deseada, vendrá a ti todo el coro de virtudes, el amor, la alegría, la paz y las otras, por las cuales todas tus solicitudes serán llevadas a Cristo Jesús nuestro Señor. 

A él, así como al Padre y al Espíritu Santo, la gloria, el poder, el honor y la adoración, ahora y siempre, y por todos los siglos de los siglos, amén.

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